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Tres realidades a tener presente sobre el cambio organizacional

Existen muchas formas de interpretar el cambio, puede significar: movilizar, pasar de una situación de calma a una situación turbulenta, de una situación de equilibrio al desequilibrio o viceversa, construir, reconstruir, renovar, etc.  El cambio se define como cualquier alteración del estado actual de una cosa, una situación, una estructura, de manera que cuando sucede puede traer consecuencias que pueden ser negativas o positivas.

Desde un punto de vista de los negocios, diríamos entonces que para una empresa, puede ser un proceso de transformación, alteración de las estructuras, actividades, comportamientos y formas de hacer las cosas en la organización, en busca de un nuevo orden o estado deseable para los miembros que la integran.

El cambio se da por dos razones, para reaccionar ante uno o diversos acontecimientos, o para tomar el control de una o más variables internas y externas favorables y desfavorables que influyen sobre el desarrollo de la compañía.

El cambio puede ser leve, puede ser complejo, puede darse dentro de corto, mediano o largo plazo.  Su realización puede tener como referencia un aprendizaje del pasado, una situación presente o una visión sobre el futuro.  Además, la mayoría de las tendencias son incontrolables, y por ello, todo tipo de organización tiene el deber de innovar o modificar algo cuando se requiera, por esta razón, las empresas ya no consideran el cambio como un mal necesario, este es parte de la forma de vivir en las empresas, sea cual sea su razón de ser.

A partir de estas afirmaciones, se han identificado tres realidades a tener en cuenta referentes al cambio en una empresa, son las siguientes:

Primera realidad: Ser consciente del cambio no es suficiente, y aunque se actúe pueden haber obstáculos en el camino.

Conocer la importancia del mismo no quiere decir que sea fácil crearlo.  Cualquier empresa puede experimentar ciertos niveles de dificultad en el proceso de cambio organizacional, aunque posea la experiencia, la tecnología, y la fortaleza financiera, o incluso la flexibilidad estructural, ya que la mayor dificultad está en lograr que las personas se convenzan del mismo, y que puedan asumir una actitud que facilite llevar a la práctica lo que se pretende, principalmente cuando cambiar significa innovar en todos los sentidos o transformar varios procesos tradicionales hacia nuevas o muy sofisticadas formas de hacer las cosas.  

En fin, el grado de dificultad puede ser menor o mayor dependiendo del nivel de apertura que posea la cultura organizacional, la complejidad de lo que se quiere hacer, el tamaño de la compañía, el estilo de dirección o liderazgo, y según mentalidad asumida frente a las amenazas, oportunidades, debilidades y fortalezas de la empresa.

Segunda realidad: El cambio se puede sufrir o se puede elegir.

Se sufre cuando la organización responde tardíamente a las tendencias, es decir cuando sus acciones ante el entorno por lo general son reactivas, tal vez porque la cultura organizacional no está preparada para afrontar los desafíos que les corresponde enfrentar.  

El cambio se elige cuando la compañía además de reconocer la necesidad del mismo, fomenta una cultura empresarial que involucra al personal de todos los niveles en el direccionamiento estratégico, facilitando la formulación e implementación de las soluciones más coherentes con la situación, con el fin de que la organización no sólo se adapte a lo que pueda acontecer, sino que también se convierta en un sistema generador de cambios.

Tercera realidad: El cambio es inevitable, y es condición necesaria para que la empresa tenga éxito.

En fín, nada ni nadie puede escaparse de hacer cambios, sea que los tome de manera reactiva o proactiva.  Con la celeridad con la que se mueven los entornos de hoy, la capacidad de actuar rápidamente es muy importante, la capacidad de respuesta para estar a la vanguardia frente a las evoluciones exógenas es esencial para la supervivencia de la empresa, y para la obtención de la ventaja competitiva, ya que cambiar siempre debería conllevar a la obtención de ventajas sostenibles o mejoras sostenibles.  Si ello no genera mejorías, entonces sería un trabajo inútil.  Por esta razón, la organización debe esforzarse por cambiar para mejorar las formas sobre cómo genera valor a sus clientes, accionistas y sociedad, desarrollando la capacidad para responder a todos los retos que ha de encarar.

Según el experto en competitividad y estrategia, Michael Porter, la estrategia de las empresas debería enfocarse en "mejor ser único, que ser el mejor", o en otras palabras, diferenciarse a través de una propuesta de valor única, antes que ser líder.  Y creo que para ser únicos el cambio es la constante, y según la situación del negocio, estos pueden ser profundos o superficiales.  Sin embargo, es aconsejable conservar lo que es realmente necesario, y fomentar el desarrollo de los factores claves para la competitividad, con especial atención, en los actores principales de esta, las personas.



Autor del artículo: ELI PEREA GARCÉS, Administrador de Empresas.

Fuente de la imágen: Taylor Grote on Unsplash

Refeencias bibligráficas:

NOVOA RAMOS, Javier. El desafío del cambio.  Santafé de Bogotá, 2000. pagina 2.

GROUARD, Benoit. Reingeniería del cambio: México, Marcambo 1996. página 1-20.

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